¿Cuántos hemos ido a la puerta de Alcalá y no vimos ninguna puerta?¿Y los que hemos visto La naranja mecánica para acabar sin ver ninguna naranja? Cuando nos ocurre esto, nos sentimos tan confundidos que en estos casos parece que nos están ocultando un secreto o tal vez nos han contado mal la historia. Igual de perdido me he sentido viendo Weapons porque, no nos vamos a engañar, la película es atractiva a la vista y la comprensión, pero hay una cantidad abominable de detalles en los que se hace énfasis y sin embargo no explican. Una parte de mí (la del chico ansioso que se muere por enterarse de todo) se ha enfadado mucho porque hay puntos en la trama que no tienen explicación ni trasfondo visible. Pero la otra parte aplaude a la acertada decisión del director de apoyar la atmósfera de la película con estos crueles gestos.
Maquiavelo tiene mucho que ver en este transcurso del proceso creativo detrás de la película. Como si de un gobernante se tratase, somos controlados para ver y pensar lo que planean que veamos y pensemos. No por fastidiarnos, sino por asegurarse de que somos guiados a una percepción objetiva y común de la experiencia cinematográfica. Nos dan donde duele, sí. Pero también logran (en contra de nuestra voluntad) que nos mantengamos enganchados haciendo un ejercicio máximo de observación únicamente para buscar sentido a las incógnitas que nos atacan.
Obras como esta me hacen recordar lo mucho que disfruto las películas de terror. Aparte de que tienen los procesos de grabación más curiosos y creativos, se han convertido en las películas más versátiles a la hora de innovar. Son atractivas para muchas clases de público y, si se hacen de la manera correcta, son experiencias nutritivas para los directores y miembros del cuerpo técnico. Se puede ver a simple vista pero, por si acaso, no tengo reparo en decir que odio con toda mi alma los efectos por ordenador. No encuentro ningún tipo de mérito en hacer una película entre 4 paredes de color verde, más que el que se llevan los editores de VFX. Siento que la "magia del cine" que nos ha llevado a nuestros tiempos actuales reside en los cortes del cinematógrafo de los hermanos Lumiere, el tedioso trabajo del stop-motion y el deseo de convertirse en un mago y no en un artista digital. Si Spielberg quiere meter un tiburón en la película, hace un robot. Y si Nolan quiere volar un coche por los aires, se vuela un coche por los aires. AL MENOS SI NOS QUERÍAN CONTAR UNA HISTORIA, LO HACÍAN BIEN Y CON DETALLES... No es mucho pedir, no?