jueves, 24 de octubre de 2024

"La habitación de al lado" de Pedro Almodóvar

 


He tenido la muerte en mis manos y nunca pensé que sería tan ligera...

Personalmente no me considero un fan indiscutible de Almodóvar, pero a falta de ser un entendedor de sus obras, me conformo con ser un disfrutador. Hay algo en ese estilo onírico, tal vez sea la influencia de Edward Hopper, pero este largometraje tiene algo especial. Una sonrisa de satisfacción aparece en mi cara, como suele ocurrir con otras obras, cuando veo una película y encuentro algo de lo que puedo escribir aquí. Temo profundamente hablar desde la ignorancia, pero el teclista de esta melodía cinematográfica soy yo, así que véase el dicho de las lentejas y siga leyendo, por favor.

¿Se le considera vivir a ver la vida desde los ojos de una persona muerta? Esta duda potencialmente filosófica me atacó nada más salir de la sala. Para los ojos de cualquiera, si no nos cercioramos conscientemente de ello, la vida únicamente constituye todo lo que hacemos, sentimos y percibimos pero de una manera omnipresente en nuestra consciencia. A veces pasa desapercibida ante nuestros ingenuos ojos, pues es tan evidente que para algunos tiene todo el sentido del mundo. Pero, ¿y si nos encontramos con la figura del lobo estepario? (espléndida novela de Herman Hesse, la cual está situada en mi lista de esenciales) Entonces lo que encontramos es una persona que no pasa por alto la vida. Es más, coge la vida, se abandera con ella, y la convierte en sus gafas para hacer, sentir y percibir a través de un pensamiento y expresión en su forma más primitiva y pura, como si de un poeta Beat se tratase. Un lobo estepario es una persona que ha vivido tanto que no tiene nada más que recoger de la experiencia de vivir.

En este punto nos encontramos dos tipos de vida: la vida biológica, que termina con la muerte, y la vida espiritual, que termina cuando no encontramos manera de ensalzar la vida biológica, pues nos la hemos terminado como una novela, una película, o un videojuego. Ahí dejamos de ser un vividor y nos hemos convertido en un vivido, ¿pero cómo nos convierte eso en muertos? Cuando un crítico de cine termina una película, se fija en los pequeños detalles y después apaga la televisión o sale de la sala. Cuando un vividor termina una vida, se fija en los pequeños detalles y después, habiendo exaltado sus sentidos en ellos, abraza la muerte. Para el lector todo esto que acabo de decir puede ser una sarta de reflexiones que nos llevan a un callejón sin salida, pero la próxima vez que den un paseo sus sentidos podrán verse abrumados, pues el hecho de pasear nos acerca a convertirnos en vividos en potencia. No buscamos vivir, al menos voluntariamente, pero nuestros ojos, allá donde miren, verán historias pequeñas y grandes, vividores y vividos. Tal vez esa sea nuestra tarea fundamental como humanos, vivir creando una paleta de colores para pintar un mundo a través de los ojos de un vivido, un muerto.

lunes, 24 de junio de 2024

"Del revés 2" de Kelsey Mann

 


A lo mejor esto es lo que ocurre cuando creces, que dejas de sentir alegría...

La búsqueda del entendimiento del ser: esa gran empresa en la que la raza humana se ha visto inmersa a lo largo de su evolución. Se podría llevar a cabo una investigación orteguiana y preguntar a las personas qué es lo que ocurre en nuestra mente, pero los resultados obtenidos no nos darían nada de provecho debido a que es algo que nace en las profundidades de la subjetividad, derivando así en un amargo retorno al problema inicial: estamos dotados de consciencia y no le hemos dado permiso a nadie para que eso ocurra. Pero no nos engañemos. Es una relación comensal la cual nos ayuda a percibir el mundo con una mayor atracción hacia aquello que forma parte de nuestra "identidad". Bien es sabido que los humanos son maestros indiscutibles en forzar nuestra creatividad a extremos de consolidación nula, sólo para darle sentido a las cosas. De esta manera hemos llegado a teorías y leyendas como la aparición del hombre en El Jardín del Edén, la existencia de un mundo después de la muerte... Sin embargo esta obra pone todas las cartas sobre la mesa e intenta convencer a los más pequeños (mucho cuidado, padres del mundo) de que en nuestra cabeza tenemos a un diminuto ser con la voz de Mar Bordallo, el cual se encarga de que seamos felices. 

Del revés 2 es una herramienta que acerca al espectador a admirar la compleja organización de nuestra mente, y el extenso y difícil mundo de la psicología. Sin embargo, llega a una afirmación absoluta e innegable: somos lo que hacemos y no lo que hemos hecho. Tal aserción propia de un filósofo estoico nos lleva a darnos cuenta de que cada día es una nueva oportunidad para romper nuestros límites y perseguir la mejor versión de nosotros mismos. La película también es una profunda reflexión de lo que de verdad es bueno o es malo, pero como ya dije al comienzo de esta crítica, es algo ligado a la subjetividad. Esa búsqueda cartesiana de lo correcto y lo incorrecto ha sido carbón para la llama de nuestra evolución ya que, como humanos, debemos construir nuestra propia ética y actuar bajo los valores que creemos justos o morales. Esa es la identidad, y es algo que el largometraje ha sabido
presentar de una forma simple y directa. Ya ocurrió cuando en su momento Mathew Broderick, interpretando a Ferris Bueller, nos dijo: "La vida pasa muy rápido y si no nos paramos a admirarla, podríamos perdérnosla". Es deductivo pensar que gracias a la vida y las experiencias que nos brinda, somos capaces de crear una identidad, la cual nos ayudará a ensalzar esas pequeñas porciones de humanidad que seguirán formándonos (somos el escultor y a la vez la escultura).

En este caso Riley (la protagonista, para aquellos conformistas indiferentes que están leyendo la crítica de una secuela sin haber visto la primera entrega) afronta una nueva etapa de su vida, y con ello, la aparición de nuevas emociones más complejas y sofisticadas que (se supone) nos harán la vida más fácil. Esta trama es carne de cañón para crear una historia que pueda satisfacer a aquellos cinéfilos sedientos de experiencias que les hagan cambiar su forma de pensamiento y crítica. Y no es de extrañar porque las historias que llegan más profundo son aquellas que nos dan una vuelta por el portal de los recuerdos (aunque no lo queramos). Son esas narraciones las que nos obligan a escudriñarnos en lo más hondo de nuestro interior y hacer un repaso introspectivo de aquellos temas y tareas que hemos dejado para otro momento, y nunca les hemos puesto un punto final.

Por cierto, en septiembre da comienzo mi etapa universitaria y estoy ansioso por ver qué nuevas emociones se encargarán de llevarme por el camino del bien y la felicidad...

lunes, 6 de mayo de 2024

"Pobres criaturas" de Giórgos Lánthimos


Estoy encontrando vivir, especialmente fascinante...

Perderse por los pasillos del museo DA2 de Salamanca es un placer indescriptible, sobre todo cuando no hay muchos visitantes. Hay una esencia peculiar en el acto de vagar entre obras de arte, cada una completamente distinta de la anterior. Aparte de ser un ejercicio perfecto para agudizar el sentido de la observación, encuentro extrañamente satisfactorio encontrarme con una obra que roza los límites del surrealismo y la rareza. Como si fuera un detective, utilizo el 100% de mi capacidad cognitiva para intentar siquiera descifrar qué quiere decirme el autor. No vaya el lector a pensar que me refiero al arte abstracto, sino a las obras que, con toda la sangre fría del mundo, te presentan elementos conocidos (algunos de la vida cotidiana) en los momentos y lugares más aleatorios. Las obras de vídeo-arte son mis favoritas sin ninguna duda. Te sientas en una sala oscura caracterizada por un único asiento, en la cual se está proyectando una obra que estimula los sentidos del espectador. 

Fue inevitable sentirme así viendo Pobres criaturas, pues durante el largometraje se explora un mundo onírico lleno de preguntas filosóficas tales como la moral de nuestros actos y la relación del individuo con la sociedad. Sin embargo, no hubo impedimento por mi parte para evitar sentir que el filme en su integridad estaba compuesto por una amalgama de teorías ad hoc que daban rienda suelta al director para utilizar los recursos más extraños y disparatados que se puedan encontrar. No me vaya a malinterpretar el lector, personalmente me considero un fan absoluto e indiscutible (a niveles que rozan la salud mental) de las películas que me hacen sentir como el eslabón más primitivo de la evolución humana, pues no merezco el título de homo sapiens (hombre sabio) si no tengo idea alguna de por qué El hombre de mimbre hace tantas referencias fálicas o por qué Delicatessen debería ser considerada una lección de jerarquía social. En el caso de Pobres criaturas sí que podría explicarle a otro ser humano la película haciendo uso de palabras sueltas o imprecisas. Pero lo más probable es que si no la vio, poca solidez encontraría en mi endeble exposición. Sin embargo, sentirse inútil o analfabeto a veces es necesario para ver las cosas desde otra perspectiva y, de esta manera, poner en práctica la habilidad de la observación y el pensamiento crítico. Así, pues, según la apotegma de los padres népticos, para nutrir nuestro conocimiento y abrirnos a nuevos horizontes, debemos buscar donde nadie ha buscado y explorar todo aquello que ignoramos.

Aunque Pobres criaturas ponga en duda nuestra validez como seres dotados de pensamiento y raciocinio, también consta de una amplia gama de herramientas que acercan al espectador al entendimiento de la obra. La teoría del color juega un papel muy importante a la hora de desarrollar la trama de una manera teatral y dinámica, ya que la separación absoluta de las partes de la película se apoya con gran influencia en los escenarios, personajes secundarios y, cómo no, la paleta de colores. No cabe duda que este es el título indicado para aquellos valientes con la mente abierta y espíritu aventurero.

viernes, 9 de febrero de 2024

"El chico y la garza" de Hayao Miyazaki


Sé que es mentira, pero necesito verlo...
La mejor manera de describir esta película sería... Con las palabras adecuadas... Pensándolo mejor... No sé cómo puedo describir esta película. Sin embargo sí que hay un término que puede ser de utilidad, y es "sueño". Supongo que el propio lector querrá saber la razón de este precipitado momento de lucidez que acabo de sufrir, y esta razón es propia de las producciones de Miyazaki. El chico y la garza es un sueño porque durante la proyección el espectador vuela a través de un mundo fantástico lleno de vida y repleto de historias. Pero el derrumbe moral viene acompañado de los créditos finales pues supe que había sido una experiencia alborozada, pero si me hubieran preguntado qué acababa de ver, no habría sabido ni siquiera, por dónde empezar. 

Naturalmente, poco se puede comentar acerca de la recepción de esta obra porque sus títulos antecesores ya generaban altas expectativas acerca de esta producción del estudio de renombre: Ghibli. Estos aclamados largometrajes son siempre razón para poner los ojos como platos y dejar las mandíbulas a milímetros del suelo. Pero, ¿por qué ocurre esto? Hay quien dirá que este efecto tiene su núcleo en el apartado visual, pero para los que cultivan meticulosamente el arte de la observación, su asombro reside en la capacidad de admirar una historia que se cuenta con el corazón. Y El chico y la garza es una obra ejemplar en este ámbito. Durante la película vemos a los personajes a través de una odisea en toda regla y sin embargo, todo este viaje fantástico es una mera herramienta para describir cómo se sienten. ¿Significa eso que nos presentan una falsa trama sólo para que el espectador empatice profundamente con los protagonistas? Exacto.

Mahito, el personaje principal, emprende un viaje a los confines de su mente sólo para encontrarse a sí mismo y, junto a él, la inmensidad de su pensamiento. Y aunque así nos lo presenten en la pantalla, el verdadero viaje de Mahito es producto de un mensaje de auxilio enviado por su mente. Una mente que toma forma de armonía, la cual llamamos vida. Una armonía proveniente del mundo, un mundo buscando ser escuchado. Mahito atraviesa la tierra de sus ancestros buscando renacer y unir pasado y presente para lograr un equilibrio, un equilibrio frágil pero inquebrantable. Y el propio espectador ignorará un aspecto fundamental del filme en este estado de éxtasis en el que se encuentra, pero la aventura en su plenitud sólo resalta cómo funciona la mente del ser.

Pero, ¿no resulta contradictoria la presencia de un personaje antagonista? La respuesta es tan simple como dubitativa pues sí hay un villano, pero a la vez ese villano es tan aparente como peligroso. Si estamos viajando a través de la mente de Mahito, lo normal sería pensar que todo lo que nos presentan es producto de ella. Y nada más lejos de la realidad, el villano es el deseo de Mahito de olvidar, de pasar página. Y este ímpetu es tan dañino como fuerte. Y no es de extrañar que este personaje sea necesario porque mientras más vagamos por los ecos del pasado, más difícil es volver al presente.

Dejando de lado los detalles de esta historia (porque bien sabe el lector que mis días de destripador quedaron atrás), me siento lleno de emoción por haber disfrutado una vez más de la razón por la que me encuentro hoy aquí escribiendo. Cada escena está meticulosamente diseñada para resaltar la belleza natural del entorno, desde los exuberantes bosques hasta los majestuosos paisajes montañosos. Toda esta mezcla se combina ágilmente con los personajes y su carácter. La cinematografía es igualmente impresionante, con tomas que capturan la esencia misma de la naturaleza, transportando al espectador a un mundo de serenidad y asombro.