viernes, 9 de febrero de 2024

"El chico y la garza" de Hayao Miyazaki


Sé que es mentira, pero necesito verlo...
La mejor manera de describir esta película sería... Con las palabras adecuadas... Pensándolo mejor... No sé cómo puedo describir esta película. Sin embargo sí que hay un término que puede ser de utilidad, y es "sueño". Supongo que el propio lector querrá saber la razón de este precipitado momento de lucidez que acabo de sufrir, y esta razón es propia de las producciones de Miyazaki. El chico y la garza es un sueño porque durante la proyección el espectador vuela a través de un mundo fantástico lleno de vida y repleto de historias. Pero el derrumbe moral viene acompañado de los créditos finales pues supe que había sido una experiencia alborozada, pero si me hubieran preguntado qué acababa de ver, no habría sabido ni siquiera, por dónde empezar. 

Naturalmente, poco se puede comentar acerca de la recepción de esta obra porque sus títulos antecesores ya generaban altas expectativas acerca de esta producción del estudio de renombre: Ghibli. Estos aclamados largometrajes son siempre razón para poner los ojos como platos y dejar las mandíbulas a milímetros del suelo. Pero, ¿por qué ocurre esto? Hay quien dirá que este efecto tiene su núcleo en el apartado visual, pero para los que cultivan meticulosamente el arte de la observación, su asombro reside en la capacidad de admirar una historia que se cuenta con el corazón. Y El chico y la garza es una obra ejemplar en este ámbito. Durante la película vemos a los personajes a través de una odisea en toda regla y sin embargo, todo este viaje fantástico es una mera herramienta para describir cómo se sienten. ¿Significa eso que nos presentan una falsa trama sólo para que el espectador empatice profundamente con los protagonistas? Exacto.

Mahito, el personaje principal, emprende un viaje a los confines de su mente sólo para encontrarse a sí mismo y, junto a él, la inmensidad de su pensamiento. Y aunque así nos lo presenten en la pantalla, el verdadero viaje de Mahito es producto de un mensaje de auxilio enviado por su mente. Una mente que toma forma de armonía, la cual llamamos vida. Una armonía proveniente del mundo, un mundo buscando ser escuchado. Mahito atraviesa la tierra de sus ancestros buscando renacer y unir pasado y presente para lograr un equilibrio, un equilibrio frágil pero inquebrantable. Y el propio espectador ignorará un aspecto fundamental del filme en este estado de éxtasis en el que se encuentra, pero la aventura en su plenitud sólo resalta cómo funciona la mente del ser.

Pero, ¿no resulta contradictoria la presencia de un personaje antagonista? La respuesta es tan simple como dubitativa pues sí hay un villano, pero a la vez ese villano es tan aparente como peligroso. Si estamos viajando a través de la mente de Mahito, lo normal sería pensar que todo lo que nos presentan es producto de ella. Y nada más lejos de la realidad, el villano es el deseo de Mahito de olvidar, de pasar página. Y este ímpetu es tan dañino como fuerte. Y no es de extrañar que este personaje sea necesario porque mientras más vagamos por los ecos del pasado, más difícil es volver al presente.

Dejando de lado los detalles de esta historia (porque bien sabe el lector que mis días de destripador quedaron atrás), me siento lleno de emoción por haber disfrutado una vez más de la razón por la que me encuentro hoy aquí escribiendo. Cada escena está meticulosamente diseñada para resaltar la belleza natural del entorno, desde los exuberantes bosques hasta los majestuosos paisajes montañosos. Toda esta mezcla se combina ágilmente con los personajes y su carácter. La cinematografía es igualmente impresionante, con tomas que capturan la esencia misma de la naturaleza, transportando al espectador a un mundo de serenidad y asombro.