lunes, 24 de junio de 2024

"Del revés 2" de Kelsey Mann

 


A lo mejor esto es lo que ocurre cuando creces, que dejas de sentir alegría...

La búsqueda del entendimiento del ser: esa gran empresa en la que la raza humana se ha visto inmersa a lo largo de su evolución. Se podría llevar a cabo una investigación orteguiana y preguntar a las personas qué es lo que ocurre en nuestra mente, pero los resultados obtenidos no nos darían nada de provecho debido a que es algo que nace en las profundidades de la subjetividad, derivando así en un amargo retorno al problema inicial: estamos dotados de consciencia y no le hemos dado permiso a nadie para que eso ocurra. Pero no nos engañemos. Es una relación comensal la cual nos ayuda a percibir el mundo con una mayor atracción hacia aquello que forma parte de nuestra "identidad". Bien es sabido que los humanos son maestros indiscutibles en forzar nuestra creatividad a extremos de consolidación nula, sólo para darle sentido a las cosas. De esta manera hemos llegado a teorías y leyendas como la aparición del hombre en El Jardín del Edén, la existencia de un mundo después de la muerte... Sin embargo esta obra pone todas las cartas sobre la mesa e intenta convencer a los más pequeños (mucho cuidado, padres del mundo) de que en nuestra cabeza tenemos a un diminuto ser con la voz de Mar Bordallo, el cual se encarga de que seamos felices. 

Del revés 2 es una herramienta que acerca al espectador a admirar la compleja organización de nuestra mente, y el extenso y difícil mundo de la psicología. Sin embargo, llega a una afirmación absoluta e innegable: somos lo que hacemos y no lo que hemos hecho. Tal aserción propia de un filósofo estoico nos lleva a darnos cuenta de que cada día es una nueva oportunidad para romper nuestros límites y perseguir la mejor versión de nosotros mismos. La película también es una profunda reflexión de lo que de verdad es bueno o es malo, pero como ya dije al comienzo de esta crítica, es algo ligado a la subjetividad. Esa búsqueda cartesiana de lo correcto y lo incorrecto ha sido carbón para la llama de nuestra evolución ya que, como humanos, debemos construir nuestra propia ética y actuar bajo los valores que creemos justos o morales. Esa es la identidad, y es algo que el largometraje ha sabido
presentar de una forma simple y directa. Ya ocurrió cuando en su momento Mathew Broderick, interpretando a Ferris Bueller, nos dijo: "La vida pasa muy rápido y si no nos paramos a admirarla, podríamos perdérnosla". Es deductivo pensar que gracias a la vida y las experiencias que nos brinda, somos capaces de crear una identidad, la cual nos ayudará a ensalzar esas pequeñas porciones de humanidad que seguirán formándonos (somos el escultor y a la vez la escultura).

En este caso Riley (la protagonista, para aquellos conformistas indiferentes que están leyendo la crítica de una secuela sin haber visto la primera entrega) afronta una nueva etapa de su vida, y con ello, la aparición de nuevas emociones más complejas y sofisticadas que (se supone) nos harán la vida más fácil. Esta trama es carne de cañón para crear una historia que pueda satisfacer a aquellos cinéfilos sedientos de experiencias que les hagan cambiar su forma de pensamiento y crítica. Y no es de extrañar porque las historias que llegan más profundo son aquellas que nos dan una vuelta por el portal de los recuerdos (aunque no lo queramos). Son esas narraciones las que nos obligan a escudriñarnos en lo más hondo de nuestro interior y hacer un repaso introspectivo de aquellos temas y tareas que hemos dejado para otro momento, y nunca les hemos puesto un punto final.

Por cierto, en septiembre da comienzo mi etapa universitaria y estoy ansioso por ver qué nuevas emociones se encargarán de llevarme por el camino del bien y la felicidad...

2 comentarios:

  1. Chapó! Cada día me impresiona más tu forma de ser y la manera en que te expresas. Explendida disección de la película.

    ResponderEliminar